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17 abril, 2012

Paradojas vocacionales

La gente va al cine; va a recitales; va a exposiciones; va a museos. Conoce el ‘Lollapalooza’. Conoce los ‘Oscar’ y los ‘Golden Globes’. Conoce los premios Altazor, a nivel local. Conoce el éxito de Pablo Picasso. La gente entiende la fortuna que rodea a los que han trabajado (actores, guionistas, actores, directores, etc.) en las sagas de Harry Potter, El Señor de los Anillos, La Guerra de las Galaxias, Crepúsculo, etc. Los que suelen vibrar con el fútbol, conocen el éxito de Alexis Sánchez y que su salario es extraordinariamente alto. Los amantes del deporte conocen al exitoso Tomás González; conocen a Nicolás Massú, Fernando González y Marcelo Ríos. Todo esto la gente lo sabe.

¿Por qué lo digo? Porque todas esas personas que mencioné antes, cuando sus hijos o sus amigos, compañeros, etc. les dicen que desean ser cantantes o deportistas se les crispan los nervios. Dicen cosas como: “¿Y cómo te vas a ganar la vida?”, “Tienes que estudiar: eso es lo primordial”. Con estudiar, obviamente, no se refieren a estudiar para ser directores de cine, actores, dibujantes, escritores o guionistas, sino a estudiar cosas que sean realmente rentables como Medicina (una carrera en que pocos son los que entran, ya que los puntajes que piden son excesivos), Derecho (una carrera sobresaturada) o Ingeniería Civil (una carrera que tiene alta deserción debido a que a los alumnos les cuesta álgebra y cálculo, en general).

Una vez estaba en un lugar donde había un caballero del cual no recuerdo su profesión, una mamá y su hijo, un niño de 12 años. Supongamos que se llamaba Pedro. Pedro le decía a la madre que quería ser futbolista profesional. La mamá no sabía qué decir. Entonces el caballero se incluyó a sí mismo en la conversación y le dijo: “Mira, puedes ser futbolista, pero igual tienes que estudiar. Sacar un cartón. Sucede que los futbolistas se retiran del fútbol a los 30 años y después de esa edad ¿qué vas a hacer?”. La respuesta más razonable a la pregunta de aquel caballero sería que luego de que se retirara del fútbol se dedicara a estudiar porque si estudia primero empezará a practicar fútbol —de forma profesional— a los 25 años y ya será muy tarde. Eso sería lo lógico, pero la gente dice que se haga lo contrario: ¿por qué?

A la gente le da miedo el arte y el deporte. El éxito de los famosos es invisible para ellos. Se cree que nadie puede ser realmente exitoso en esas áreas, pese a que van a museos, ven películas y vibran en recitales.

Lo que la gente no sabe es que ese riesgo presente en el arte y el deporte está en todos los ámbitos de la vida. Supongamos que hay otro niño, llamado Martín, que desea ser médico. Tiene 12 años. La probabilidad de que fracase es similar a la del artista o el deportista. Primero, debe ingresar a buenos colegios y tiene que sacar promedio 7,0 en la enseñanza media para tener un buen puntaje base. Tiene que entrar a un buen preuniversitario. Luego, sacar alrededor de 780 puntos en cada prueba de la PSU. Ustedes comprenderán que lograr ese tipo de resultados es muy difícil y casi azaroso, salvo que la persona tenga habilidad. Sin embargo, los padres de Martín, lo apoyarán, lo estimularán, se sentirán orgullosos de su hijo. A ellos no les importarán las probabilidades. Les importará que el sueño de su hijo se cumpla. Por otro lado, los padres de Pedro, le dirán que primero están los estudios, luego su carrera deportiva. Sentirán una angustia continua. Probablemente les digan a los demás padres con cierta vergüenza que su hijo quiere ser futbolista. Los amigos de los padres de Pedro les aconsejarán que saquen esas ilusiones tontas de la cabeza de su hijo o se estrellará contra el suelo. Mi consejo sería diferente.

Mi mensaje es el siguiente: dedíquense a lo que posean más habilidad y a lo que más les guste. Enfóquense en lograr lo que quieren, pese a que lo que digan las estadísticas (ustedes pueden ser la excepción a estas). La voluntad humana es algo muy fuerte. Mi mensaje a los padres es que apoyen a sus hijos en lo que realmente desean. No los vean como una proyección de sus sueños, sino ámenlos en su autenticidad. Ellos son diferentes a ustedes. No tienen por qué querer estudiar en la universidad que a ustedes les gusta o estudiar la carrera que a ustedes les parece razonable. Si realmente los aman, apóyenlos, pero no en sus propias proyecciones, sino en los sueños de ellos.

1 comentario:

  1. Si todos pudiésemos pensar un poco en el otro,sería tan distinto, habría jóvenes más felices y realizados y padres más felices, con menos gastos, porque pagarían una sola carrera para sus hijos: la que ellos elijan.

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