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14 febrero, 2012

Inteligencia moral


Es curioso cómo asociamos la inteligencia a actos no honorables, vandálicos, delictuales o criminales. Quién no ha escuchado frases como la “pillería” del chileno o ese fulano es astuto para robar: nunca lo pillan, o ese psicópata es muy inteligente, ya que manipula a todos alrededor para lograr sus objetivos o ese asesino en serie es un genio: ha matado a cientos y no lo han atrapado.


La inteligencia se define —oficialmente— como la capacidad para tener pensamiento abstracto, entendimiento, auto-conciencia, comunicación, razonamiento, aprendizaje, conocimiento emocional, memoria, planificación y resolución de problemas. De este término y definición han salido conceptos revolucionarios como inteligencia emocional o inteligencia corporal. A mí también me gustaría aportar con mi grano de arena al conocimiento y mostrarles una nueva forma de ver las cosas: la inteligencia moral.  

Nosotros somos bien especiales. Cuando vemos a alguien que hace las cosas de forma correcta, en vez de celebrarlo, tendemos a pensar que son menos inteligentes que el resto, que son mensos. Cuando alguien se demora, pero obtiene sus ganancias de forma honesta es tonto, o “pavo” en buen chileno. ¿Por qué no infringe un poco las leyes? ¿Por qué  no aprovecharse un poco? ¿Para qué ser tan ético?

Si un alumno hace todas sus tareas, no copia en las pruebas, asiste a clases, es responsable, entonces algo malo debe haber en él. “Hagámosle bullying”, dirán sus compañeros. Si un trabajador no “saca la vuelta”, no se aprovecha del empleador, no tira licencias falsas o exageradas, entonces se le dice chupamedias. Si ese pololo es fiel, entonces no está disfrutando “a concho” su juventud porque disfrutar es —supuestamente— engañar a tu pareja. Si esa polola es tierna, entonces es servil y machista porque la mujer debe mandar en la relación, no puede ser cursi ni decirle cosas bonitas a su pareja.

Yo no digo esas frases. Yo postulo que obrar bien es otro tipo de inteligencia: la inteligencia moral; la inteligencia de hacer las cosas correctamente, según la propia conciencia. No hablo de dejarse guiar por otros, sino de cumplir con ese imperativo moral interno que todos alguna vez hemos sentido. Ese sentido de bien, de justicia, de amor.

Tal vez deberíamos recordar las palabras de un viejo filósofo llamado Kant que decía que no usáramos a las personas como medios, sino como fines en sí mismos. Esa es la moral que nos hace libres… Y yo agrego que nos hace más inteligentes. 

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