¿Cuántos han escuchado que traten
de suelta, puta o maraca a una
adolescente porque las señoras o señores la han visto en la calle besándose con
hartos chiquillos o saben que tienen sexo con otros cabros de su edad? Yo los
he escuchado. Los he escuchado con ira en mi interior, pero los he escuchado.
Creo que es lamentable su actitud como adultos. Se comportan como si fueran
jueces de moral cuando muchos de ellos hacen cosas peores en su vida cotidiana.
Lo peor es que a veces usan terribles calificativos para estas niñas, dando
cuenta de la patética vida que llevan y pobre vocabulario que tienen.
Lo otro que me entristece y me
enoja es que cuando las niñas escuchan estos epítetos les destruyen la
autoestima y ni ellas ni quienes les critican logran alguna vez comprender cuál
es el problema. Debido a esto me he visto compelido a escribir este artículo.
Quiero dilucidar las complejidades de este fenómeno.
Parte de la respuesta está en el
título. La verdad es que muchas veces estas niñas solo buscan cariño, pero no
saben pedirlo. En nuestra sociedad se habla mucho de sexo. Este tema hace
tiempo que dejó de ser tabú; lo vemos en todos lados: películas, series,
libros, programas radiales, programas de TV. El tabú de nuestros tiempos es el cariño y el respeto, no el sexo.
Debido a este tabú (el cariño) surgieron
términos como “mamón” o “macabeo”, por ejemplo, para referirse —respectivamente—
a una persona que expresa sus sentimientos o a un hombre que es respetuoso con
su pareja. Debido a este tabú los adultos nunca se expresan cosas buenas, solo
saben acercarse entre sí para golpearse o para insultarse (muchas veces con
garabatos). Debido a este tabú la gente ya no se expresa las cualidades, sino
solo los defectos. Debido a este tabú la gente se ríe compulsivamente del
distinto, del diferente. Debido a este tabú la gente se ríe del débil, del
impotente y de la mujer que le gusta el sexo. Porque, díganme: ¿cuántos de los
programas que se dedican a hablar de sexo lo hablan en un clima de respeto? La
mayoría de las veces se trata de temas absolutamente superficiales.
Debido a todos estos errores de los adultos las niñas no saben cómo
pedir a sus próximos cariño y respeto, por tanto, creen que la única forma de
recibirlo es a través de sexo. Muchas veces se ven defraudadas en su pedido, ya
que, aunque hay niños que de verdad les quieren dar cariño, también existen otros (generalmente, con
más experiencia y astucia) que solo buscan aprovecharse de ellas.
La solución que han creado los
adultos es decirles que el contacto con el sexo opuesto está prohibido. Por eso
se crearon escuelas de varones y las escuelas de señoritas. Creyeron que eran
sabios, pero solo demostraron su necedad y torpeza. Como si el alejar a los
niños de diferente sexo fuera a solucionar algo. Parece que nunca leyeron la
trama de “Romeo y Julieta”.
Obviamente, no solo niñas hacen
esto, también lo hacen niños. Pero quienes se llevan los epítetos mal
intencionados, en su gran mayoría, son las niñas. Mi consejo para los
adolescentes es que aprendan a reconocer a las personas que realmente son
valiosos para ellos y así no se lleven desilusiones. Que sepan que hay personas que les darán cariño y amor a cambio de
nada.
Mi consejo para los padres de esos
adolescentes es que les enseñen el respeto. Que aprendan a darles cariño para
que, a su vez, lo aprendan a reconocer en otras personas. Muchas veces los
adolescentes solo escuchan exigencias de sus padres porque ellos se proyectan y
quieren que sean exitosos académicamente. Algunos solo saben pedirles que se
saquen buenas notas y olvidan que la verdadera excelencia no está en lo
académico, sino en lo valórico.
Un maestro, hace dos mil años, dijo que debíamos aprender a amarnos: esa es la enseñanza que se ha perdido y esa es la que debemos retomar. Retomemos esta ley y cambiemos el mundo.
Un maestro, hace dos mil años, dijo que debíamos aprender a amarnos: esa es la enseñanza que se ha perdido y esa es la que debemos retomar. Retomemos esta ley y cambiemos el mundo.