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22 noviembre, 2010

Noche de lluvia

No podía dormir. Me levanté para ver la hora, las 2:13am decía mi celular. Estaba muy oscuro. Llovía. Las gotas caían en el techo y resonaban en lo profundo de mi cuerpo. Busqué el interruptor para encender la luz, sin embargo, no encendía, “se debe haber quemado la ampolleta” -pensé. Intenté encender otra ampolleta, pero tampoco tuve éxito. Entonces me acerqué a la ventana, y vi que no había luz en todo el vecindario. “¡Maldita sea!” – exclamé. No tenía linterna, y menos una vela. En este momento estaba perdido.
Ya habían pasado 2 semanas sin poder dormir. Mis ojos estaban cansados, mi cuerpo, adolorido. Y sólo quería hallar mis medicamentos para normalizar mi sueño. Sin embargo, no podía recordar dónde los había dejado, y sin luz esta tarea iba a ser complicada, por lo que opté por sentarme en mi cama, y pensar. El aburrimiento era enorme. Ahora sólo mi mente era mi amiga, ¿o enemiga?. A veces veía a mi hermano en la ventana, que me llamaba y gritaba… estaba todo mojado, desnudo. Me acercaba, abría la ventana, y sólo sentía un aire frío que penetraba hasta mis huesos. Entonces una lágrima se deslizaba desde mi mejilla hasta mi boca. Mi hermano estaba muerto.
Solíamos pasar las vacaciones juntos, habíamos prometido nunca casarnos, teníamos que disfrutar y aprovechar la vida al máximo. Así que después de aquel episodio, tuve muchos amoríos esporádicos. Aún recordaba aquel invierno en que salimos a la nieve. Un día me insistió en salir a esquiar, le dije que el tiempo no era el más apto, sin embargo, terminó por convencerme. Aquel día sufrió un accidente, que lo dejó en estado vegetal. Nunca habría imaginado que le sucedería algo así. Meses después, el falleció. En aquella época comencé a trabajar con más ahínco. La arquitectura había sido algo que nos apasionaba y nos unía, después de todo el insomnio no estaba tan mal, ya que trabajábamos casi siempre de noche en mi departamento. Sólo quería olvidar lo que había ocurrido, pero el mismo trabajo no me lo permitía, aunque una parte de mí quisiera borrarlo de mi mente. Después de unos meses, caí en depresión y más tarde comenzaron mis trastornos del sueño. Ni siquiera podía encender mi computador, para trabajar en algunos proyectos pendientes, no había electricidad… Sólo existía la melancolía, el recuerdo de mi hermano, su habitación vacía. Una cama inútil que no cumplía su objetivo. Un estar despierto, con el alma vacilante y las manos heladas. Una noche lluviosa, que no lavaba la culpa, que no congelaba el espanto de la soledad.

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