Era una fría noche de otoño cuando me encontraba esperando en la habitación la llamada de una vieja amiga. Fuera sólo se escuchaban los autos que corrían en la avenida. De repente suena mi celular. Sin embargo, no logro oír lo que me comunica, no hay señal. Debo salir de casa corriendo a buscar un lugar más abierto. Este problema ya lo había tenido antaño. Estoy atravesando la avenida por el paso de cebra. Al hacerlo voy notando que el aire se encuentra muy distinto del de casa, curiosamente tibio, suave, incluso lo podría señalar como blando. De alguna manera he olvidado el llamado de mi amiga, como si después de una sorpresa ya no existiera más que la respiración. La calle está silenciosa. El viento se ha detenido. Siento una paz especial, un llamado a no desesperar. De pronto, miro hacia el cielo: "está muy estrellado” -fue mi primer pensamiento-, pero en realidad estaba viendo sólo una parte de él ya que, el resto se encontraba totalmente nubloso, y lo que veía eran estrellas que al mirarlas fijamente, noté que no estaban quietas, sino que se movían en un círculo, dejando al centro un color anaranjado con atisbos de violeta, y alrededor un celeste muy claro. Cada vez se iluminaba más, dando la sensación de que algo se aparecería. Lo más extraño es que miraba estos acontecimientos cósmicos, con una tranquilidad inusitada, debía ser el aire, ese ambiente tan cálido y estático. Desde el cielo, distinguía algunos rayos, con tonalidades vivas y refulgentes, que llegaban a mi rostro, no sabía si en otras partes también, porque sin darme cuenta una niebla había cubierto todo mi alrededor, ya no contemplaba casas, edificios, ni árboles.
La luz que se aproximaba era ahora cada vez más potente, me envolvía… de pronto mi espíritu se encontraba de alguna manera, libre, y comenzaba a entender muchas cosas, ya no oía nada sino una suave música que provenía desde una dimensión superior a la mía, y a la cual me acercaba. Música que sería muy difícil de explicar con palabras. Recordaba por un momento un auto que corría a toda velocidad, mi sola atención en el llamado, sobretodo, porque imaginaba que el llamado significaba algo importante para Laura -en realidad significaba algo importante para mí-. Nos habíamos encontrado en la universidad, sin embargo, yo estaba atrasado, y necesitaba llegar a rendir mi examen. Noté su agitación entusiasta, su romanticismo absorto, su amor a punto de ser confesado, y sólo atiné a decir: ”llámame más tarde”.
Un auto que corría a toda velocidad, de tonalidad oscura, no alcanzaba a detenerse, yo estaba con mucho frío, mirando con atención mi celular, que recobraba la señal… comenzaba a acercarlo a mi oído, y de pronto, todo estaba demasiado claro hacia arriba, y demasiado nubloso hacia abajo, si es que hubiese podido detallar hacia qué punto observaba, ya que las coordenadas de alguna manera las había perdido, aunque sin sentirme por ello desorientado.
Y todo estaba muy tranquilo.
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