¿Por qué lo digo? Porque todas esas personas que mencioné antes, cuando
sus hijos o sus amigos, compañeros, etc. les dicen que desean ser cantantes o
deportistas se les crispan los nervios. Dicen cosas como: “¿Y cómo te vas a
ganar la vida?”, “Tienes que estudiar: eso es lo primordial”. Con estudiar,
obviamente, no se refieren a estudiar para ser directores de cine, actores,
dibujantes, escritores o guionistas, sino a estudiar cosas que sean realmente
rentables como Medicina (una carrera en que pocos son los que entran, ya que
los puntajes que piden son excesivos), Derecho (una carrera sobresaturada) o
Ingeniería Civil (una carrera que tiene alta deserción debido a que a los
alumnos les cuesta álgebra y cálculo, en general).
Una vez estaba en un lugar donde había un caballero del cual no recuerdo
su profesión, una mamá y su hijo, un niño de 12 años. Supongamos que se llamaba
Pedro. Pedro le decía a la madre que quería ser futbolista profesional.
La mamá no sabía qué decir. Entonces el caballero se incluyó a sí mismo en la
conversación y le dijo: “Mira, puedes ser futbolista, pero igual tienes que
estudiar. Sacar un cartón. Sucede que los futbolistas se retiran del fútbol a
los 30 años y después de esa edad ¿qué vas a hacer?”. La respuesta más
razonable a la pregunta de aquel caballero sería que luego de que se retirara del fútbol se dedicara a estudiar porque si
estudia primero empezará a practicar fútbol —de forma profesional— a los 25
años y ya será muy tarde. Eso sería lo lógico, pero la gente dice que se
haga lo contrario: ¿por qué?
A la gente le da miedo el arte y el deporte. El éxito de los famosos es
invisible para ellos. Se cree que nadie puede ser realmente exitoso en esas
áreas, pese a que van a museos, ven películas y vibran en recitales.
Lo que la gente no sabe es que ese riesgo presente en el arte y el
deporte está en todos los ámbitos de la vida. Supongamos que hay otro niño,
llamado Martín, que desea ser médico. Tiene 12 años. La probabilidad de
que fracase es similar a la del artista o el deportista. Primero, debe ingresar
a buenos colegios y tiene que sacar promedio 7,0 en la enseñanza media para
tener un buen puntaje base. Tiene que entrar a un buen preuniversitario. Luego,
sacar alrededor de 780 puntos en cada prueba de la PSU. Ustedes comprenderán
que lograr ese tipo de resultados es muy difícil y casi azaroso, salvo que la persona tenga habilidad.
Sin embargo, los padres de Martín, lo apoyarán, lo estimularán, se sentirán
orgullosos de su hijo. A ellos no les importarán las probabilidades. Les
importará que el sueño de su hijo se cumpla. Por otro lado, los padres de
Pedro, le dirán que primero están los estudios, luego su carrera deportiva. Sentirán
una angustia continua. Probablemente les digan a los demás padres con cierta
vergüenza que su hijo quiere ser futbolista. Los amigos de los padres de Pedro
les aconsejarán que saquen esas ilusiones tontas de la cabeza de su hijo o se
estrellará contra el suelo. Mi consejo sería diferente.
Mi mensaje es el siguiente: dedíquense a lo que posean más habilidad y a
lo que más les guste. Enfóquense en lograr lo que quieren, pese a que lo que
digan las estadísticas (ustedes pueden ser la excepción a estas). La voluntad
humana es algo muy fuerte. Mi mensaje a los padres es que apoyen a sus hijos en
lo que realmente desean. No los vean como una proyección de sus sueños, sino
ámenlos en su autenticidad. Ellos son diferentes a ustedes. No tienen por qué
querer estudiar en la universidad que a ustedes les gusta o estudiar la carrera
que a ustedes les parece razonable. Si realmente los aman, apóyenlos, pero no en
sus propias proyecciones, sino en los sueños de ellos.
Si todos pudiésemos pensar un poco en el otro,sería tan distinto, habría jóvenes más felices y realizados y padres más felices, con menos gastos, porque pagarían una sola carrera para sus hijos: la que ellos elijan.
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